¡Ay, qué de guerras perdidas!
¡Ay, qué de guerras ganadas
cuando la noche es eterna
y los minutos se arrastran!
Que venga una lluvia clara
que disuelva en aguaceros
esta pena que se encalla
como veneno en la sangre,
como astillas en el alma.
¡Qué de batallas perdidas
cuando el olvido se escapa!